La era de los relojes sumergibles o divers se inauguró con el Omega Marine en los años treinta. Aquel doble sellado de corcho ha evolucionado drásticamente en el último siglo de la mano de fabricantes como Rolex, Breitling o Tudor. Esta última, fundada por Hans Wilsdorf, presume de una de las series relojeras más codiciadas entre los buceadores de medio mundo, tudor black bay, que recientemente cumplió su sesenta aniversario.
La serie más acuática de Tudor nació de un encargo de la Marina Nacional Francesa, y a medida que transcurrían los años ha evolucionado técnica y estéticamente. Son famosas sus agujas de «copo de nieve», el movimiento de cuerda automática con rotor bidireccional, la hermeticidad a doscientos metros o el cierre T-fit.
Además, Tudor ofrece una alternativa al Black Bay más suculenta para el público coleccionista: el Submariner, un modelo lanzado en la década de los cincuenta que sirvió de base para los cronógrafos divers que marcarían tendencia en la segunda mitad del siglo.
Por su parte, Rolex no es laureada solo por su serie Daytona. También la Oyster Case se ha ganado la admiración de los entusiastas de los relojes submarinos, siendo una de las primeras unidades compatibles con los deportes acuáticos (la británica Mercedes Gleitze cruzó a nado el canal de la Mancha con un Oyster en su cuello).
Además de Tudor, Omega y Rolex, otra de las firmas con mayor prestigio en este segmento es Blancpain. Su colección Fifty Fathoms, cuyo nombre ya es una declaración de intenciones, es sumergible a trescientos metros. Las distintas versiones (Bathyscaphe, Automatique, etc.) están dedicadas a científicos, fotógrafos, buceadores y amantes de los océanos en general.
Breitling tampoco se ha quedado atrás en este mercado. Desde mediados de siglo, su colección Superocean Heritage combina la elegancia vintage de los cronógrafos de antaño con los últimos avances.