De viaje a la tierra del queso

Siempre nos ha gustado mucho el queso en casa. Recuerdo a mi padre comer queso Cabrales a escondidas porque, a mí, de pequeño, me repugnaba su olor. Eso fue antes de probarlo, claro. Como buenos fanáticos de los quesos (y de los viajes) no perdemos oportunidad de probar las delicias autóctonas siempre que vamos a conocer un nuevo destino. El último viaje nos llevó a Asturias, donde tuvimos oportunidad de probar varios tipos.

De hecho, aunque ya habíamos ido algunas veces a Asturias, nunca habíamos hecho una buena ruta por el interior de la región: solíamos ir de playa y no había tiempo para todo. Se da la circunstancia de que en casa siempre solemos tener queso central lechera asturiana. Suelen estar bien de precio y confiamos en esta marca ya que llevamos consumiendo su leche muchos años. Así que por qué no iba a tener buen queso si su leche nos encanta. 

En Asturias hay un concejo que da nombre a uno de los quesos más famosos del mundo. Entre Llanes y los Picos de Europa está Cabrales. Es una buena situación ya que está relativamente cerca de las playas de Llanes que también nos encantan. Bueno, ¿y a quién no? Pero esta vez decidimos sacrificar un poco de playa por la gastronomía.

Particularmente yo tenía muchas ganas de conocer el proceso de elaboración del queso Cabrales. Había leído algo en relación al queso central lechera asturiana que solemos comprar y quería ir a una de esas cuevas en las que madura este manjar. Es un proceso complicado pero esencial si se pretende que los hongos hagan su trabajo, elemento clave en la peculiaridad de este queso azul. 

Una de los maestros queseros del concejo de Cabrales organiza encuentros que incluyen una visita a una de las cuevas para ver cómo madura el queso. Por supuesto, al bajar de la montaña nos espera una buena ración de Cabrales y un poco de sidra. No solo quedamos maravillados con el sabor del queso, sino, sobre todo, por el entorno geográfico de la visita. Un paraíso natural, ¿no?