Nuevos retos 

Hace unos días leí una entrevista a un conocido piloto de carreras que hablaba de cómo había cambiado su vida con la pandemia. El chico hablaba honestamente, pero no se daba cuenta de que algunas de las cosas que decía iban a chocar un poco al ciudadano medio, entre ellas el hecho de que había contratado a un chef particular para que fuera con él a todas partes y no tener que comer en los restaurantes o los comedores de los hoteles. Una solución anti-Covid al alcance de muy pocos, ¿verdad? Lo gracioso de todo es que luego su equipo echó la culpa al chef de que el chaval pillara el virus.

Como yo no tengo ni dinero ni humor para andar contratando a gente que me proteja del virus, he decidido optar por otra solución: aprender a cocinar. A ver, sé hacer cuatro cosas para salir del paso, pero, evidentemente, eso no es cocinar. Con todo esto de la pandemia estamos obligados a cambiar nuestras rutinas. Y lo de salir a comer se complica un poco. Hasta ahora, yo era de los habituales de los restaurantes cercanos a la oficina. Pero ahora pocos quieren ir. Prefieren el comedor de la oficina en la que dicen sentirse más seguros. En mi caso no se trata tanto de seguridad, sino de practicidad.

Y como en casa tengo más tiempo, me he puesto manos a la obra para aprender a cocinar: bienvenido al mundo de los tapers. Ahora en mi cocina hay un montón de ingredientes nuevos, que si crema de cocina, que si enebro, albahaca. De momento, algunos no sé ni para que sirven, pero seguro que pronto les sacaré partido. 

En principio he empezado con los cocidos: quería empezar fuerte, con comidas un poco más complicadas, pero un buen cocido me puede servir para buena parte de la semana. Hago un cocido el domingo y ya tengo cubierto dos o tres días. Uso la crema de cocina para la elaboración, sigo algunos videos de YouTube y, en último término, llamo a mi madre para que me asesore: ella es mi chef particular…