Volver a viajar 

Empezamos a oír hablar del virus allá por noviembre, pero por estas tierras nadie parecía muy preocupado. Y luego pasó lo que pasó. La primera vez que yo noté preocupación en el ambiente fue en la feria Fitur de Madrid: personas que venían de otros países, sobre todo de Asia, alertaban de que la situación era muy delicada. Y empecé a asustarme, yo que por trabajo debo viajar mucho y soy un poco hipocondríaca. Menos de dos meses después estábamos todos encerrados en casa.

A partir de julio, tocó empezar a trabajar otra vez y a viajar. Pero ya nada sería igual. Mi prioridad desde entonces fue protegerme de la mejor manera y también intentar ahorrar, porque las perspectivas en el sector turístico en aquel mes eran poco esperanzadoras. En este sentido, una de las primeras costumbres que cambié fue el modo de transportarme al aeropuerto. Hasta entonces yo solía ir en taxi por comodidad a pesar del coste considerable que suponía. Algunos vuelos baratos salen a horas intempestivas y no me apetece mucho conducir en ese momento y el transporte público tampoco es buena opción. Por eso solía elegir el taxi. 

Pero con el virus consideré que no estaba el panorama como para montarse en un vehículo usado por tantas personas, con todo mi respecto a los taxistas que sé que hacen un trabajo complicado en estos tiempos. Así que me obligué a ir en coche y dejar el vehículo en aeropuerto de santiago de compostela parking. Porque el problema de ir en coche a tomar un vuelo es qué haces después con él: ¿dónde lo aparcas? Lo ideal es dejarlo en un sitio vigilado ya que va estar varios días aparcado. Pero me echaba para atrás un poco el coste.

Por eso busqué parkings cercanos hasta que di con uno que ofrecía unas buenas condiciones y un coste asumible. Además, tenías buenas críticas que en este sector no es tan sencillo de encontrar. Así que este aeropuerto de Santiago de Compostela parking me sirvió para dejar el coche, ahorrar unos euros e ir preparándome para un futuro en el que todo va a cambiar.