Todos hacemos postureo

Es una palabra que se ha ido incorporando poco a poco a nuestro vocabulario desde hace unos años, sobre todo relacionada con el empuje de las nuevas tecnologías y las redes sociales. Es el famoso postureo que cuando yo era más joven se llamaba pose y ya está. Pero el lenguaje también cambia y se adapta, y es normal. Y los seres humanos también se adaptan. Yo me declaro adicta total a las redes y, aunque algunos amigos me tiran de las orejas por estar siempre con un ojo en el móvil, es mi forma de ser: ¿por qué tengo que cambiar?

Lo mismo pasa con la estética. Seguro que habéis oído muchas veces eso de que la arruga es bella. Yo creo que la belleza depende de lo que sienta cada uno. Si una persona relativamente joven se siente bien con el pelo lleno de canas y con la cara llena de arrugas, yo lo aplaudo. Pero no es mi caso. Yo ya tengo una cierta edad, que no diré porque eso nunca se cuenta, pero no me gusta que se note el paso del tiempo, por eso, desde hace bastantes años, hago tratamientos para mitigar el envejecimiento facial.

¿Que finjo mi edad? Es cosa mía. Yo me siento bien así, como esa otra persona se siente bien con sus canas. Fue al cumplir los 30 años, más o menos, cuando me di cuenta que mi cuerpo estaba cambiando en determinados aspectos y no para bien en la mayoría de ellos. Me entró un poco de pánico, pero soy una persona bastante racional y tengo buen autocontrol. Para todos los problemas siempre hay una solución.

Que aparezcan las primeras canas o notar los primeros síntomas de envejecimiento facial no debe ser un drama: es ley de vida. Luego está la actitud que se toma ante esos cambios. Hay quien vive con ellos y no se preocupa y hay quien trata de mitigarlos. Yo, por supuesto, estoy en ese segundo caso.

Aunque no llego a influencer, trato de mimar mis posados en redes. ¿Hago un poco de postureo? Sí, pero cuando me llueve los likes me siento mejor conmigo misma: ¿por qué voy a dejar de sentirme guapa?